El 15 de abril de 2019, el epicentro de París cambió para siempre. Y con él, un pilar fundamental de la historia de la capital francesa, y de Europa. A las 18:20 horas se declaraba un incendio en la cubierta de la Catedral de Notre Dame, una de las iglesias más importantes del mundo, en torno a la cual se había desarrollado la ciudad de París desde hace más de 800 años.
El incendio afectó de forma grave a la cubierta del templo y derribó la aguja de 93 metros de Viollet-le-Duc, el punto más alto de la isla de la Cité de París. Con ella se vieron afectados rosetones, vidrieras, bóvedas, así como el techo de la nave, donde, según la investigación preliminar de la Fiscalía, se desató el incendio. Si bien se desconocen sus causas, todo apunta a que, probablemente, una colilla mal apagada o una avería eléctrica en un ascensor de las obras fueron los causantes de un daño que podría haber acabado con un edificio que ha sobrevivido a la Revolución Francesa y a dos guerras mundiales.
Desde aquel momento, los trabajos que esperaban restaurar la aguja del siglo XIX del templo antes del incendio han dado paso a otros de reconstrucción, aunque se mantienen en pausa debido al coronavirus. Estaba previsto que más de 60 obreros se afanasen desde el pasado mes de marzo en el desmontaje del andamiaje quemado. Los trabajos de serrado de la estructura de 500 toneladas debían terminar antes del verano.
También queda pendiente la eliminación de los restos de plomo que todavía se encuentran en el edificio. El fuego fundió más de 1.300 placas de este material que recubrían el tejado. Ese material se diseminó por los alrededores, en partículas peligrosas para la salud. Ahora todo debe esperar.
Una vez retirado este gigantesco andamio de 500 toneladas se podrá conocer en qué estado se encuentra el templo y se estudiará el inicio de la restauración. Unos trabajos que esperan la llegada de más de 900 millones de euros en donaciones de parte de más de 340.000 personas. Sin embargo, según fuentes de la catedral, este dinero no será suficiente para sufragar los trabajos, que se espera que superen los 1.000 millones de euros.
Aunque se especula con el montante final de los trabajos, todavía hay muchos flecos sueltos, como la fecha de su reapertura. Desde el Ejecutivo francés ya se habla de poder reabrir la catedral antes de los Juegos Olímpicos de París de 2024, tras cinco años de trabajos, si bien sus grandes estructuras podrían tardar algo más. Por el momento, la crisis sanitaria derivada del coronavirus ya está retrasando los trabajos.
También está por ver qué aspecto tendrá la futura Notre Dame. En Francia ya se ha abierto un debate sobre si la reconstrucción de la aguja de la catedral debe seguir el estilo original o recibir nuevas influencias. Mientras que el arquitecto jefe de la restauración, Philippe Villeneuve, defiende la restauración original de la aguja, el presidente, Emmanuel Macron, ya expresó su deseo de incluir en la obra “un gesto arquitectónico moderno”. Por ahora, solo queda esperar a que la crisis del coronavirus dé una tregua y se puedan retomar los trabajos, para recuperar una de las obras maestras del gótico más importantes del mundo.