Llega la ‘neuroarquitectura’: la creación de nuevos espacios, al servicio de la felicidad y la motivación de las personas

La ciencia de la salud y de las emociones ha llegado a la arquitectura. Tal vez salud y arquitectura se han mantenido unidas desde siempre. ¿Puede un edificio hacernos más creativos, más productivos o más felices? No solo eso, la neurociencia se ha puesto las pilas en la investigación de la construcción y, a través de la neuroarquitectura o arquitectura emocional, nos explica cómo los espacios cerrados (donde pasamos más del 90% de nuestras vidas) juegan un papel vital en nuestra forma de ser.

La arquitectura emocional es una disciplina emergente que defiende que el entorno arquitectónico en el que nos movemos puede influir en nuestras emociones y procesos cerebrales. Es decir, que estudia cómo los edificios afectan a nuestro cerebro y a nuestro estado de ánimo.

Esta disciplina nace en 1998 de manos de los neurocientíficos Fred H. Cage y Peter Eriksson, defensores de la idea de que un entorno estimulantemente rico es capaz de generar nuevas neuronas. Según avanzaron sus investigaciones, los expertos llegaron a la conclusión de que los espacios provocan sensaciones, positivas o negativas, influyendo en determinados procesos cerebrales, como el estrés, la emoción o la memoria.

¿Puede un edificio hacernos más creativos, más productivos o más felices?

¿Puede un edificio hacernos más creativos, más productivos o más felices? Fuente: DoWe.

A raíz de estos estudios, nació la idea de que si los diseños arquitectónicos incorporan principios neurológicos, seguramente potenciarán la creatividad y el confort de quienes ocupen esos edificios. Sin ir más lejos, distintas investigaciones han demostrado que el entorno cambia la conducta de las personas y modifica el cerebro.

Las primeras aplicaciones de la neuroarquitectura se han dejado ver en el ámbito laboral, a través de los estudios en escuelas y oficinas de países de nuestro entorno. Como ejemplo, encontramos los experimentos de la profesora Joan Meyers-Levy apuntaron, a principios de los 2000, que los techos altos favorecen los pensamientos abstractos y creativos, mientras que los techos bajos ayudan a la concentración en detalles específicos.

En lo que respecta a la iluminación, un estudio demostró que las oficinas con vistas al exterior e iluminadas de forma adecuada o directamente con luz natural inciden positivamente en el bienestar físico y emocional de los trabajadores, que mejoran su productividad un 20% y su satisfacción un 26%. Una iluminación artificial deficiente propicia, en muchos casos, que el cerebro se esfuerce más en la realización de tareas, lo que influye negativamente en la productividad y rendimiento de las personas.

Esta nueva tendencia de construcción ya se está dejando ver en nuestro país. Destaca, en el ámbito laboral, el Edificio Cuzco IV, en el Paseo de la Castellana de Madrid. Un edificio construido bajo parámetros neuroarquitectónicos, no sólo en materia de luminosidad o gestión de espacios, sino también en lo que respecta a la temperatura, ventilación o decoración. Los edificios piensan y son capaces de leer las necesidades de los usuarios y de generar nuevas sensaciones.

Este impulso de la arquitectura emocional tiene su reflejo también en el desarrollo de iniciativas encaminadas a su implantación en empresas españolas. DoWe, por ejemplo, es una compañía especializada en la creación de espacios inspiradores y funcionales, todo ello para alcanzar unos objetivos palpables, como es el incremento de la productividad de los equipos. Entre sus casos de éxito, se encuentran marcas de todos los ámbitos, como Pharma Mar, SpotAHome, Deliveroo o Seat. ¿La clave? La elaboración de un proyecto a medida para el cliente, y una alta implicación de las empresas. Una de sus cofundadoras, Silvia Rivela, lo tiene claro: el secreto es conocer la empresa y elaborar un proyecto que se adapte a los procesos y emociones de los trabajadores, lo que ella llama «transformative design«.

Terraza de las oficinas de Citibox en Madrid, proyecto de DoWe. Fuente: DoWe

Terraza de las oficinas de Citibox en Madrid, proyecto de DoWe. Fuente: DoWe

En este sentido, la arquitectura emocional rompe con los principios del diseño tradicional: no se basa en inventar el espacio, sino en crearlo a partir de necesidades existentes. Esa fue la premisa con la que la consultora Gensler, una de las más importantes en el campo de la neuroarquitectura (con más de 50 años de experiencia) obtuvo uno de sus mayores logros: las nuevas oficinas de Etsy en Brooklyn. Con 20.000 metros cuadrados, el edificio ideado por Gensler ofrece un espacio adaptado al espíritu de la compañía y a las necesidades de los empleados de esta empresa de artículos artesanales. Al fin y al cabo, ese es el objetivo de la neuroarquitectura. «Cocrear el espacio a partir de una íntima colaboración con el cliente en los procesos», esa es la clave, según señala Rivela.

Esta misma filosofía reside en el núcleo del concepto «Blue Architecture«. A través de este término, creado por el estudio de arquitectura español de Fenwick Iribarren, el proyecto se enfoca en el dónde y para quién es diseñado el proyecto, promoviendo el bienestar de los usuarios a través del correcto diseño de la arquitectura. Asimismo, con esta idea se trata de crear una conciencia humana del espacio: se «racionaliza» la gestión de los espacios en las construcciones, «diseñando de acuerdo a la escala humana, creando ambientes y recorridos agradables».

En el mercado de la vivienda, España empieza a abrirse paso en el amplio mercado de casas felices y saludables. En Monforte del Cid (Alicante) se espera construir un complejo de 1.400 viviendas centrado en la salud, la calidad de vida y el bienestar de las personas. Para ello, un equipo de cientos de personas de todo el mundo (entre las que encontramos médicos, científicos o sociólogos), se esfuerza por crear un proyecto científico de arquitectura que tenga en cuenta la felicidad de sus residentes. Una obra que imita las condiciones de vida de las blue zones de todo el mundo, rincones del globo donde la gente vive más y es más feliz. En este proyecto tendrán un peso importante el fomento de las relaciones sociales o de la actividad física.

Oficinas de Citibox en Madrid. Fuente: DoWe

Oficinas de Citibox en Madrid. Fuente: DoWe

Otro proyecto en marcha en materia de neuroarquitectura es Espai Natura, una promoción de 16 viviendas de 140 metros cuadrados, ubicada en Sant Cugat del Vallès (Barcelona), construida bajo unos parámetros basados en la optimización de los niveles térmicos, bioeléctricos y lumínicos, en la mejora de la calidad del agua y el aire, así como en la minimización del impacto de los campos eléctricos y magnéticos.

La neuroarquitectura no se reduce a los elementos superficiales de un inmueble. Es una nueva concepción de la edificación, desde los primeros niveles de actuación en la obra, que afectan a la totalidad del proyecto. En este sentido, la arquitectura emocional se apoya en gran medida en la «metodología Lean», donde la gestión de procesos y personas se realiza de forma más ordenada y sostenible, de manera que todas las fases del proceso constructivo se integran y se convierten en una experiencia enriquecedora.

La ‘arquitectura emocional’ ha llegado a España para quedarse e intentar mejorar el bienestar y la salud de las personas. Una tendencia que conjuga investigación científica y arquitectura y que espera convertirse en un referente en los diferentes niveles de la edificación de nuestro país en los próximos años.

Fuentes informativas: El País, Interempresas, La Vanguardia, Marcove, Comunicae, Blog de Stepien y Barno, Business Insider, Xakata Ciencia, y Fenwick Iribarren.

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